6 de Febrero

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Día 6.

Son las tres de la madrugada
. Un  benévolo conductor de aviación con su camión casi vacío, pues descargó material que llevaba no muy lejos de allí, se hace cargo de todos nosotros. Con más rapidez de lo que cuesta el escribirlo, cada uno con uno o varios bultos, ya está en el camión, por cierto descubierto.







Las alarmas se suceden. Podemos ver a lo lejos humo, fuego, bombardeo de la aviación. Es el Puerto de la Selva la que sufre las consecuencias salvajes de los aviones traidores.









 




En el Lafly nos hemos visto obligados a abandonar algunas cosas y bultos, un colchón…

La madrugada es fatal, pues hace bastante frio. Siguen sonando alarmas, así como oyendo bombardeo sin cesar. Dícese que es en Llanca y Puerto de la Selva.

A las seis de la mañana somos testimonio de un cuadro que nos hace sentir escalofríos. Algo atroz por su dramatismo. De pie en la carretera, allí en le cuneta una mujer sostiene en sus brazos a una criatura, tratando de cubrir-la con una manta. Aquel hijo se le había muerto de frio. Todos calmándola, y ella enloquecida. Que cuadro aquel!

En mi mente, como seguramente en la mente de los demás, vivían y afluían episodios a velocidad de relámpago. Maldecíamos a todos cuantos habían contribuido a que nuestra situación se dramatizara como la vivíamos.

El rumor nos domina a todos. La frontera dícese que se va a abrir. Pero las horas pasan…

¡Por fin! Son las trece horas cuando Francia abre su frontera autorizando la entrada a miles y miles de españoles, a miles y miles de familias, que por instinto de conservación, por amor a la libertad y a la vida, abandonamos España. ¿ Que dirá mañana la historia, me pregunto yo?

Al paso de la frontera, el registro es severo. Como tantos y tantos yo me desprendo de mi pistola que, como una joya la miraba y la cuidaba.


Dès le 7 Février, les éléments de l'armée de Catalogne ont franchi la frontière française. Jusqu'au 10 du même mois, date à laquelle l'exode a pris fin, 45.000 hommes se sont présentés avec armes et bagages. De concert avec la garde mobile, nos agents les ont dépossédés de toutes les armes et munitions dont ils étaient détenteurs.

Des stocks de matériel de guerre comprenant des mitrailleuses, des fusils-mitrailleurs, des fusils, des révolvers, des grenades et des munitions en quantité considérable ont été constitués au bureau de Cerbère-route, au poste du tunnel international, au M. G. V., en gare de Cerbère et remis à l'autorité militaire.

Les agents de service à la route ont contrôlé le passage de 2.882 voitures et camions, 142 motos, 18 sidecars, 15 autos blindées et 7 tanks.

Les services de patrouille ont battu le terrain pour la récupération du matériel de guerre abandonné en pleine montagne et la reconnaissance d'un nombreux bétail amené en France soit par les civils, soit par l'armée elle-même. 137 mulets, 369 chevaux, 1613 ovins et 25 bovins ont été décomptés.

                  Rapport de la brigade de Cerbère-Registre des évènements du 10 Avril 1939

 




Ya a unos metros en terreno francés, soy y somos testigos e algo que vive en mí como una pesadilla. ¡Cuanto de triste y desconsolador no preveo ya en nuestro futuro! Un gendarme, al parecer graduado, zarandea sosteniendo por las solapas de su uniforme de aviación, a un muchacho fuerte, de gran cabellera negra. “sois unos cobardes al abandonar España sin resistencia”. Palabras que yo no comprendía, pero que por el ademan de aquel mal carado y poco respetuoso gendarme las comprendimos, y ya después otros hombres afirmaron la verdad de ellas.

Aquel muchacho, herido, y más de una vez se había jugado la vida defendiendo la república española, había sido comandante de aviación. A decir verdad, en todos los presentes nació y vivió esa rara sensación que llamamos transmisión de pensamiento. No nos equivocamos. Si aquellas palabras, el gendarme se las espeto unos metros más acá en terreno español, aquél muchacho lo hubiera descuartizado. Con este pequeño, pero grande, episodio, ya comprendí que nuestros sueños y calculo no iban a fallar.






Ye pues dentro de Francia,
permanecemos dentro del camión y allí parados desde las treces horas hasta las dieciocho. Es que la gendarmería esperaba órdenes. Al ésta llegar, dan ordenes de que los camiones y coches han de ponerse en marcha de cinco en cinco vehículos. Como la tarde cae y el tiempo es frio, procuramos que las mujeres y los niños se subran bien con las pocas mantas de que disponemos.

Atravesamos Cerbere, Banuyls.


Estamos contentos, no obstante lo que vamos viendo, ya que nos vamos adentrando en Francia. El camión avanza y los gendarmes ocupan todas las carreteras dando instrucciones al chofer, del camino a seguir. Instrucciones que, desgraciadamente, con malas caras, antipáticamente, imperativamente, casi tratándonos como a bestias. ¿ que indica la actitud de esos hombres, que van a hacer con nosotros? Estos interrogantes viven en mi como una pesadilla, pensando en mi vieja madre, mi esposa enferma, mis hijitos de tierna edad.

Llegamos a Port-Vendres. Si bien los hombres, por nuestros semblantes, algunos sin afeitar, denotamos fatiga, las mujeres están aun más cansadas que nosotros. A uno y otros lo que nos aplasta físicamente es lo que vive en nuestras cabezas.
El rumor de que los hombres vamos a ser separados de las mujeres, y de los hijos, es lo que más influye en nuestra moral, pues mientras les damos ánimos, vamos pensando que intención llevaran los franceses de hacer con unos y otros.
Somos ya, unos refugiados, obligados a obedecer, y sin derecho a protestar de lo que vamos viendo y viviendo. Nos hemos convertidos en juguetes de las circunstancias, y estas nos son adversas en todos los órdenes. Sea injusto o no, hemos de pasar por el tubo.

Hace bastante frio, los niños duermen bien cubiertos con mantas, a costa de las nuestras. El camión pasa frente a un colmado, lo que aprovecho para comprar unas galletas y un poco de chocolate, lo que reparto entre todos. Aun no hemos visto ningún sentimiento de solidaridad, entre la población francesa hacia nosotros los españoles. Aprovechando que hemos parado, las mujeres, preparan un poco de comida para cenar.
Inútil hacerlo, pues vienen los gendarmes, y con muy mala educación y casi a puntapiés, nos echan fuera del pueblo. Cuando ya llevamos recorridos bastantes kilómetros, una parada brusca del camión nos alarma a todos. Cada cual asoma la cabeza por entre las mantas, y la ropa con que nos cubrimos. El espectáculo que se nos ofrece nos es nada edificante. Con grandes linternas y focos dirigidos hacia nosotros chillando unas palabras, que casi no entendemos, pero se hacen comprender por sus ademanes, y sus gestos teatrales, que nos obligan a bajar del camión, a todos los hombres. ¡Aquí fue Troya! Nos resistimos, protestamos, intentamos hacerles comprender.. Nada, no atienden a razones…
son las 10 de la noche y hace un frio terrible. La situación se complica por momentos. Es difícil escribir lo que aquellos momentos representan para nosotros. Mas difícil hacer-lo comprender. Las mujeres gritan, lloran, despertando a los niños, que en sus cerebros infantiles, empiezan a comprender. Si bien a mi madre y a mi esposa, la despedida, cause un sentimiento angustioso y dramático, yo no soy menos, y me es difícil escribir la crudeza de aquellos momentos, y más difícil debe ser comprender esta situación si no se vive, todo esto me deja perplejo y pensativo, mi cabeza es un hervidero de preocupaciones, pensando en mi vieja madre, que nos ha querido seguir, y pensando en mi esposa que enferma, se queda con los niños llorosos, que gritan papa…?quien podrá olvidar aquella despedida? Los gendarmes son enérgicos, déspotas, irrazonable… la noche es oscura. Como las caras de los gendarmes que vemos. Y dan órdenes al chofer del camión, para que vuelva atrás, hacia el mismo sitio de dónde veníamos.

Ya antes de esta separación, habíamos acordado centralizar nuestra correspondencia, caso de surgir algo grave e imprevisto. Una dirección de Béziers seria pues el punto de control de nuestra situación.

Con malos modos se nos indico el camino que debemos seguir. Dicen que deberemos correr unos 2 km.

Llevamos caminando unos diez minutos, y no pensamos si nos equivocamos o no, ya que de trecho en trecho van surgiendo gendarmes, indicando el camino. Vemos dos grandes hileras de mozos de escuadra, formados al lado del camino. A medida que vamos avanzando, vemos a grupos de hombres alrededor de pequeñas hogueras. Nadie nos pregunta nada, ni nosotros preguntamos tampoco.
Después de 35 minutos de marche, y siempre cruzando grupos acampados por allí, llegamos a un pequeño bosque, donde nos detenemos y encendemos fuego. Nos enteremos que aquellos mozos de escuadra, estaban preparados para regresar a Barcelona y acaban de llegar. De pronto llega un grupo de gendarmes, que de mala manera, nos echa de allí. Yo había extendido ya, la manta por el suelo, y ante la exigencia y la rapidez con que el gendarme quería que me levantara, allí con mis rodillas en el suelo, le miro, y con indignación le digo:?no ve usted que ya me doy prisa? Seguramente me comprende, pues por toda respuesta me da una patada en el trasero, que recojo los trastos mas rápido que el tiempo de pronunciarlo. Hace frio y la noche es oscura. Donde quiera que paremos, surgen gendarmes obligándonos a continuar andando. Ya no sabemos que hacer.
Nos decidimos empero, a hacer un alto como sea, pues el cansancio nos va dominando; como a otros muchos. Acampamos en un sitio frio y húmedo; distinguimos unos piquetes de madera, que arrancamos haciendo con ellos una hoguera para calentarnos. Al momento, el grupo que formamos, ofrecemos un aspecto algo edificante. La cabeza de cada uno reposa sobre los pies del otro y todos formando una circunferencia alrededor del fuego.

Solo M... y yo llevamos manta. Diríase que aquellas dos cubiertas tenían pies, pues iban dando vueltas para así disfrutarlas los cinco que éramos.

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